Los patios inclusivos y cómo sacar de la esquina
Hay veces en los que un problema ha estado ahí toda la vida, afectando a niños y niñas de varias generaciones, marcando identidades y estableciendo discriminaciones sin que se le hayan puesto correctamente sus nombres y apellidos. Y esto es independiente de que se haya ignorado, en la mayoría de los casos, o se hayan dado soluciones, las menos y casi siempre de chiripa.
Hablamos de la necesidad de los patios inclusivos. Hablamos de que, lamentablemente, los recursos de la educación pública son los que son, los espacios en las ciudades son limitados y la infancia está lejos de estar entre las prioridades. En definitiva, el urbanismo agresivo que prioriza el vehículo privado y la especulación inmobiliaria, la ciudad, concebida como habitáculo y unidad de producción, relega a las esquinas a los colegios, a los centros donde los más pequeños pasan la mayor parte de su día y, no exagero, la mayor parte de la primera etapa de su vida. Y allí, en esos patios menores, es donde otras normas establecen que el espacio siga achicándose, para unos más que otros, en realidad, por lo general, para unas más que otros.
El fútbol dispone de estadios enormes en los centros de la ciudades, se convierte desde sus palcos en árbitro del plan urbanístico, de las inversiones, re-inversiones y recalificaciones y, por si no fuera suficiente, penetra por la escuadra en los reducidos patios escolares, impidiendo otro tipo de juego y otro tipo de uso de esas migajas de espacio urbano que les dejan. Así, quienes no disfruten del dios balón, quienes no quieran arriesgarse a recibir penitencia en forma de balonazos a diestro y siniestro, se ven arrinconados en las esquinas de las esquinas.
Desde hace décadas, sin ningún análisis ni formación relacionada con cuestiones de género, como ese reloj parado que acierta dos veces al día, no era imposible que en algún colegio se prohibiera el balompié durante sus recreos. Por supuesto, era, cuando ocurría, para evitar molestias al profesorado, salvar algún cristal de un balonazo y evitar alguna llamada al orden cuando la rivalidad subía de tono. Eran, en todo caso, una minoría de adelantados, sin saberlo, sin pretenderlo. Ahora se ha avanzado mucho y existe un movimiento a favor de la inclusividad de esa esquina llamada colegio, siendo este un debate que se presenta con cierta frecuencia en medios de comunicación, claustros y asociaciones de familiares de alumnos.
Bienvenida sea esta causa, sin perder nunca de vista que hay que ampliar el marco de la portería, no olvidar que no basta con repartir bien las migajas, por injusto que sea que estén mal repartidas. El terreno de juego es mucho más amplio y es necesario que se replanteen todos los rincones. Lamentablemente, en el Gran Patio, sin teoría, sin atinar al menos en los nombres y apellidos de los problemas, es todavía más difícil acertar por casualidad que en los patios más pequeños.
https://www.portaldecadiz.com/cadiz-capital/105882-el-proyecto-patios-inclusivos-recibe-el-apoyo-del-ayuntamiento-de-cadiz
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